Mirar de frente al vacío puede ser terrible, pero ese instante de contemplación de la verdad desnuda nos permitirá tomar las riendas de nuestra existencia individual y colectiva. Uno de esos momentos de lucidez que escasean, porque de los verdaderos cambios uno no se da cuenta. Queremos creer que la vida es como las novelas clásicas, pero se parece más a un relato que transcurre sin trama. No hay argumento, no hay estructura, no hay una desenlace ni un final que dé sentido a la suma de experiencias. Cada puerta que atravesamos puede esconder un punto de no retorno, un giro narrativo, una epifanía. Hay acontecimientos insignificantes y otros cruciales, pero desconocemos la trascendencia de cada uno y caminamos con levedad por la vida. De otra forma, la existencia sería insoportable. La única certeza, la finitud; la única estrategia, pensarnos, individual y colectivamente, en un tiempo y un espacio concretos. Pero, ¿cómo reconocernos en medio del ruido? El panorama, desolador: imágenes anodinas, redes sociales, músicas hueras, rostros tristes, intercambio de mercancías. Enfermedad y vacío. Una tabla de salvación: la fotografía. Una oportunidad: la pandemia y el confinamiento. Un lugar ante el que reconocernos: el paisaje. Un concepto: el vacío.
La cámara trabaja como el microscopio del entomólogo, eterniza un instante y fragmenta un espacio para proponernos un viaje a través del espejo. Atomizar la realidad ayuda, porque hace falta visión de conjunto pero también atención al detalle. Fragmentar lo visible rompe las relaciones causales dadas, muchas veces espurias, y permite repensarlo todo. Y es que después de tantas preguntas, de tantos aeropuertos y kilómetros recorridos, de tanto irnos lejos para encontrarnos, la respuesta estaba a nuestro alrededor, en una isla en medio del océano. El verdadero viaje es aprender a mirar. La belleza desoladora del vacío nos devuelve la mirada y nos lleva de la mano hacia el pasado, el presente y el futuro, hacia la melancolía, el absurdo y la distopía. Porque estamos como el paisaje: agredidos, abandonados, en la incertidumbre.
Un barco viene y otro va, una isla a la deriva, el jable y el viento, carreteras y edificios fuera de lugar; la naturaleza y el ser humano ausente; un vacío insondable y desgarrador. Una golondrina, una nube y un árbol, una composición imposible e irrepetible en medio del cielo. ¿Causalidad o casualidad? La fotografía plantea una pregunta, la realidad contiene una respuesta inaccesible. El giro del pájaro en el aire puede ser un hecho anodino o la expresión de una duda existencial. Nadie lo sabe.
Juan Darias